Los territorios atraen las miradas cuanto más espectaculares y elevados son sus relieves. Montañas cuyos limites se evaporan, sierras ondeantes y valles profundos inundados de flora y fauna articulan los paisajes más encantadores. Aragón goza de unos ingredientes privilegiados en dicha materia siendo los imponentes Pirineos, gigantes rocosos, su mayor distintivo. Esta famosa cordillera está llena de pueblos de piedra misteriosos, que aguardan leyendas y secretos entre sus procelosas paredes. Hecho, situado en la comarca de La Jacetania, es un fantástico ejemplo del rico patrimonio histórico y natural de los Pirineos. Un paraje singular a las puertas de Francia. Te invitamos a descubrir esta hermosa localidad.
Arquitectura peculiar entre montañas
Lo que más llama la atención del paseante al acceder al pueblo son sus tradicionales edificios empedrados. Estas construcciones, muy típicas en la zona, incluyen tejados de pizarra, chimeneas de formas fantasmagóricas; las espantabruxas, y escudos con blasones diversos. Además del particular urbanismo que moldea la villa, Hecho cuenta con diferentes monumentos y sitios de interés que merecen una visita. La Iglesia Parroquial de San Martín, datada en el siglo XIX pero con resquicios románicos, tras la reconstrucción posterior a la Guerra de la Independencia, destaca sobre todo el conjunto.
La oferta cultural continúa con el Museo Etnológico de Casa Mazo, cuyas estancia exponen trajes regionales y aspectos variopintos de la cultura chesa, el Centro de Interpretación del Megalitismo, con abundante información sobre los monumentos primitivos encontrados en las cercanías, y el Museo de Escultura Contemporánea al Aire Libre, una nota de modernidad en las faldas de las elevaciones pirenaicas. Por último, cerca de Hecho se halla el Monasterio de San Pedro de Siresa, joya románica del siglo IX que emerge al paso de la primigenia senda del Camino de Santiago.
Parajes naturales de ensueño
Resulta imposible olvidarse de los espacios ambientales que rodean Hecho. La naturaleza empapa el valle homónimo en un conjunto que mezcla el verdor de los campos, el aroma de las flores y la ruda pero profundamente bella arquitectura pétrea.
Uno de los espacios más notorios es la Selva de Oza, vasto bosque encajonado entre picos de más de 2000 metros, donde resalta la Punta Agüerri, que regala rutas salvajes y diferentes actividades de ocio como tirolinas espectaculares. También el entorno del Castillo de Acher, prominente cima, el ibón de Acherito o Aguas Tuertas son localizaciones recomendables.
Si las ganas no decaen y el viajero tiene tiempo es muy aconsejable explorar el resto de los valles que flanquean las estribaciones montañosas. En el caso de Ansó, sobresalen la peña Ezcaurri, Zuriza y el hayedo de Gamueta. Mientras, en Aragüés del Puerto, despunta el pico Bisaurín, el más elevado del Parque Natural de los Pirineos Occidentales, en el que se ubican todos los emplazamientos citados.
Folklore y leyendas apasionantes de Hecho
Los valles pirenaicos aguardan relatos de brujas malvadas, aquelarres y apariciones que han ido transmitiéndose de padres a hijos. Favorecidos en origen por el temor y la oscuridad medievales, en la actualidad se han convertido en parte del folklore local e impresionan al visitante despertando su curiosidad.
En Hecho las festividades, además de estar influidas por historias misteriosas y ancestrales, toman la música, los bailes y las vestimentas de plato principal. Los trajes, cuidadas, elegantes y complejas creaciones, confieren un gran volumen a los chesos, haciéndoles casi levitar al son de las canciones tradicionales. De un tiempo a esta parte las composiciones han ido evolucionando, abriéndose a nuevos ritmos y melodías, sin perder ni un ápice de su alma original.
Aunque los bailes son variados, el denominado palotiau, reconocido en otros pueblos de montaña, tiene un papel clave. Interpretado en origen por los pastores, los oriundos del lugar conservan el estilo clásico consistente en el golpeado de maderos al son de la música. Un culto a la fortaleza de los lugareños, que se sobreponen a los males, del que aprender en el museo dedicado a dicha danza en la aldea de Embún.