Cuando llegan los días previos a Todos los Santos, muchas casas se llenan de calabazas decoradas, velas encendidas y un ambiente entre festivo y misterioso. Muchos piensan que esto es herencia directa de Halloween, pero lo cierto es que la tradición de vaciar calabazas con una vela dentro existe en Aragón desde hace siglos, muy antes de que nos llegara la influencia anglosajona.
Y no solo existe: forma parte del imaginario popular de pueblos del Pirineo y del prepirineo aragonés, donde las noches de ánimas siempre han sido especiales.
¿Desde cuándo se vacían calabazas en Aragón?
Mucho antes de hablar de disfraces o “truco o trato”, en pueblos como Radiquero, Abizanda, Laspaúles o Trasmoz, ya era habitual vaciar calabazas para colocar una vela en su interior.
Pero su uso no era decorativo ni festivo, sino ritual y protector.
¿Qué significado tenían estas calabazas?
En la tradición aragonesa, las calabazas:
- No representaban caras terroríficas, sino que servían para acompañar a las almas en su tránsito hacia la muerte.
- Se colocaban a lo largo de los caminos al cementerio, creando un pasillo de luz para guiar a las ánimas.
- En algunos casos, también se ponían en puertas o ventanas para “engañar” a los espíritus y hacerles creer que esa casa ya estaba ocupada por una “almeta” o un “totón” (alma en pena).
- Su objetivo principal era evitar que los muertos se quedaran entre los vivos.
Como ves, no era una decoración sin más: era una forma de respeto y protección.
Las calabazas aragonesas no son como las de Halloween
Uno de los detalles más curiosos es que en Aragón no se usaban calabazas naranjas y redondas, como las típicas de Halloween. En muchos pueblos, sobre todo en el Somontano, lo más común era:
- Calabazas de color verde
- De forma alargada
- Cultivadas en huertos locales, y vaciadas a mano con cuchillo
Estas calabazas no se usaban para comer ni se vendían decoradas. Se trataban como un elemento simbólico, parte de una noche donde la frontera entre el mundo de los vivos y los muertos se volvía muy fina.
Pueblos donde se mantiene viva la tradición
Hoy en día, muchos pueblos han recuperado y reivindicado esta costumbre ancestral, organizando eventos y rituales que mezclan lo tradicional con lo participativo:
- Radiquero: El pueblo crea un pasillo de calabazas iluminadas hacia el cementerio. Es un acto de respeto que recuerda que esta noche no es para celebrar la muerte, sino para ayudar a las almas a encontrar su camino.
- Trasmoz (Zaragoza): En “La Luz de las Ánimas” los vecinos vacían y decoran calabazas desde la mañana, y al atardecer las colocan iluminadas para la gran procesión de ánimas.
- Abizanda, Laspaúles, Aínsa, Boltaña y otras localidades también celebran noches de ánimas con calabazas, cuentos de miedo, rituales y leyendas.
La tradición no se perdió, solo se silenció
Durante años, muchas de estas tradiciones se fueron apagando o quedando en la memoria de los mayores. Pero en las últimas décadas, y gracias a asociaciones culturales, vecinos y docentes, se están recuperando como parte del patrimonio cultural aragonés.
Y lo más importante: se transmiten a los más pequeños, enseñándoles que esta costumbre es nuestra, no importada.
¿De dónde viene entonces Halloween?
Aunque comparten el símbolo de la calabaza iluminada, Halloween proviene de una festividad celta llamada Samhain, transformada por la cultura anglosajona. Allí la figura más popular es Jack el Tacaño, un personaje condenado a vagar con un nabo hueco con una brasa dentro. Con el tiempo, ese nabo se convirtió en calabaza.
Pero en Aragón no hay Jack, ni sustos, ni disfraces obligatorios. Aquí hay silencio, respeto, calabazas verdes, caminos al cementerio y velas que guían.
La próxima vez que vacíes una calabaza, piensa que no estás copiando una moda extranjera, sino reviviendo una tradición muy nuestra, con siglos de historia en tierras aragonesas.
Aragón ya tenía su propio Samhain, y se llama Noche de Ánimas.
